Última semana antes de las
vacaciones de navidad.
Tanto alumnos como profesores
estamos deseando que llegue ese último día para descansar, desconectar y
relajarse.
Lo chicos ya están inquietos y
nosotros andamos con las fuerzas muy justas.
Pero si algo me gusta de esta semana es el ambiente que poco a poco te
va contagiando. A mí me gustan la navidades, me gusta pasarlas y celebrarlas
con mi familia (este año más, con ilusión de celebrarlas con mi hija, que poco
a poco se va percatando más del mundo que le rodea).
Cuando era pequeño esperaba
pacientemente a que llegase el día 6 de enero. Levantarnos mi hermana y yo a la
vez, cerrábamos los ojos justo antes de entrar al salón. Entrábamos muy
despacio y a la de tres, los abríamos de par en par.
Que sensación más maravillosa
era encontrase el salón con los juguetes que habías pedido. Es una de las
sensaciones más bonitas que recuerdo de mi infancia.
Quizás por eso me siguen
gustando estas fechas.
A mis alumnos les pasa lo
mismo. Los chicos y chicas de 3º esperan ansiosos la llegada de estas fiestas.
Me cuentan ilusionados lo que han pedido en la carta a los reyes magos y
siempre les digo que no se olviden de pedir algún que otro libro.
Creo que este es el primer año
que no celebro algún tipo de festival de navidad con las familias. En este
centro no se celebran y tienen motivos de peso para no hacerlo.
Este año haremos una fiesta en
nuestra clase que también les hace mucha ilusión. Mejor. Cuando los profes
preparamos estos festivales, las familias no se hacen una idea del trabajo que implica y generan este tipo de
actividades. Y es muy frustrante encontrarte con el desapruebo y la falta de
respeto que demuestran las familias hacia los chicos en este tipo de eventos.
Un buen amigo mío me comento
que la clase de su hijo recitarían un villancico en su colegio. Había algunas
familias que estaban completamente en desacuerdo porque a sus hijos no los
habían elegido como “protagonistas”.
Me comentaba indignado que no
sólo se le quitaban las ganas a la tutora de hacer el festival sino que al resto de
familias también.
Alguna vez me he visto envuelto
en ese tipo de polémicas. Recuerdo una obra de teatro que preparé con toda la
ilusión del mundo y que al final no decidí llevarla a cabo pues ya tenía alguna
madre protestando porque su hijo no
tendría el papel “estrella”, que había
mucho trato de favor con determinados alumnos y su hijo estaba discriminado.
En esta obra todos eran protagonistas no había papeles “estrella”. Que
discrimine a un alumno…, antes dimitiría de esta profesión.
Resultado: no hubo obra. Y
desde aquí le pido perdón a mis alumnos, pero aquella situación me dolió en
alma. Que alguien te acuse de esa manera es muy doloroso para un profesor.
Se que los chicos no tenían la
culpa, se quedaron con muchas ganas, pues leímos la obra y les encantó. Les
justifiqué con que no teníamos tiempo para prepararla.
Muchas veces la insidia de las
familias desemboca en esto. Por eso entiendo los motivos para que un centro
cancele este tipo de festivales. No se dan cuenta de que juegan con la ilusión,
no solo de sus hijos, sino también con la de sus profesores que trabajan y
preparan con sumo cuidado y mimo este tipo de actividades. Mi filosofía es que
si haces algo lo hagas sin nada a
cambio. Lo haces por tus alumnos, porque crees en ellos y en lo que haces,
aunque a veces es inevitable perder la paciencia
Aun así no me rindo y centro al
voy, centro que lo pongo patas arriba para salirme con la mía haciendo alguna
actividad que ilusione tanto a mis
alumnos como a mí. Pues que son las navidades para un niño si no están rodeadas
de ilusión.
En mi recuerdo muchas
navidades. Siendo niño y siendo maestro. La ilusión que me inundaba siendo niño
la intento transmitir a mis alumnos y que por un momento en estas fechas, la
crisis y la economía no les influya.
Que la última semana de clase
antes de las navidades les parezca tan
mágica, como me parecía a mí.