Cuando era pequeño, a la mayoría
de los niños de mi edad se les apuntaba a fútbol, pero mis padres decidieron
apuntarme a kárate, pues como niño nervioso que era, pensaron que sería buena
idea canalizar ese exceso de energía. Al poco aparecieron las películas de
Kárate Kid y un aluvión de niños queriendo ser como el protagonista de estas películas, incrementó
notablemente las plazas en los gimnasios.
Mi definición particular de
kárate-do sería, esa actividad la cual te permite canalizar tu energía en forma danza
llamada “kata” una forma de relajar tus músculos e intentar alcanzar estados de
concentración mental y corporal.
La definición oficial:
Kara: estado de la mente te: mano do: camino o sendero
Para una gran mayoría, deporte para aprender a dar “ostias”.
Nunca fue una actividad que me
entusiasmase pero si me gustaba y la recomendaría para cualquier niño.
Lo que odiaba de este deporte
era cuando tocaba competir. No todos los que hacíamos kárate en mi gimnasio
podían ir de competición, los profesores solían elegir a los más capacitados, o
a los que mejor lo hacían, o a los hijos de algún que otro enchufado.
Yo estaba en el grupo de los
que se le daba bien competir con “katas”. Pero sentía verdadera fobia y
terror cada vez que tenía que ir a una
competición. Ese miedo escénico combinado con esos complejos deportivos que para
la percepción de un niño de 6 años eran castillos laberínticos de los que a
veces no sabías salir. Recuerdo que lo primero que hacía cuando pisaba el tatami
era localizar a mi padre en las gradas. Una vez que le localizaba el miedo se
iba apaciguando.
Hoy en día un niño está más que
acostumbrado a practicar deportes en estos recintos y son más grandes que hace 30 años, pero en los 80 entrar en
un polideportivo como Magariños era ir a lo desconocido y lo que no
conoces a veces asusta. Entrar sólo por esos laberintos de vestuarios, cambiarte
y luego salir a los tatamis buscando alguien de tu gimnasio y a saber donde
estaban con tanto niño vestido igual.
Mis compañeros de gimnasio
siempre llegaban juntos e iban en los coches de sus padres. A mi padre y a mí
nos tocaba coger el tren o el autobús
hacer los tres o cuatro trasbordos de rigor y llegar justos.
Aun así lo recuerdo con cariño.
Daniel Larusso tenía al Señor Miyagi en “Karate Kid”, yo tenía a mi padre que
aunque no sabía de kárate me daba la confianza que yo necesitaba.
Me llevó a todas y cada una de
las competiciones que tuve. Recuerdo una de las primeras en el polideportivo de
Aluche. Creo que fui de últimos de mi gimnasio en aguantar pues al resto los
fueron descalificando ronda tras ronda. Llegué a la final y perdí la copa por muy
poquito con un niño mucho más mayor que yo y con un cinturón más alto que el
mío, mis profesores me comentaron que me faltó gritar más en el Kiai durante el desarrollo de la Kata.
Que ilusión le hace a un niño
ganar su primera medalla. A partir de ese momento siempre que había competición
me nominaban para ir, la mayoría de las veces en contra de mi voluntad, porque eso significaba volver a esos castillos
infernales llamados polideportivos atestados de gente y ruido cogiendo el
transporte público y dando la vuelta al mundo de Willie Fog. Pero casi siempre
ganaba alguna medalla y eso lo compensaba todo.
Cuando tuve edad para
participar en el campeonato de Madrid me seleccionaron para entrar en el equipo
que competiría con los mejores gimnasios de la capital. El grupo lo formábamos
el hijo de un profesor del gimnasio, otro
niño que era el hijo de un empleado del banco Santander de Parla y yo. Para
esta competición nos entrenó el mismísimo Paco Mayoral, el dueño de mi gimnasio
y quizás uno de los karatecas más respetado en los años 80 e impulsor del
karate-do en España. Creo que era ambición personal suya el llevarse el primer puesto por
equipos.
La competición fue en Móstoles un
domingo a primeros de marzo y en los 80 ir de Parla a Móstoles era ir en autobús
hasta Madrid para luego coger un tren, para luego hacer transbordo en otro tren
para luego recorre Móstoles buscando el polideportivo municipal. Total casi dos
horas si no sería más.
Quedamos en primer puesto y no
solo en categoría masculina sino también en la femenina. Recuerdo que el trofeo
nos lo entregó el alcalde de la ciudad por aquel entonces. Yo como siempre pendiente de ver a mi padre
en las gradas mostrándole orgulloso mi medalla.
Acabada la euforia, el júbilo y
el desenfreno de la celebración tocaba volver.
A mi padre nunca se le olvidará
y a mi tampoco, lo solos que nos vimos
aquella noche. Nos tocó volvernos en transporte, nadie del gimnasio, nadie, se
ofreció a llevarnos a casa, esa fue nuestra recompensa, queda campeón de Madrid
y vuélvete como has venido. Teniendo en cuenta que todos veníamos de Parla y
sabiendo las dificultades que teníamos al no disponer de coche a nadie se le
ocurrió decir
– ¿oye os venis con nosotros?
Ni siquiera unos vecinos de
nuestro mismo portal que tenían dos acémilas por hijos que venían a mi
gimnasio. Que te podías esperar de esta vecina, la misma que montó en cólera
contra el gimnasio cuando en un examen me ascendieron dos cinturones por encima
de mi nivel. No le pareció justo pues
como bien le dijo a la mujer del dueño, ella pagaba igual que todos y sus hijos
lo merecían más que nadie.
Que mala es la envidia…
Recuerdo que llegamos a las
once y media de la noche, al día siguiente…, al cole.
Esa fue la última competición
en la que participé, por suerte para mí. En la siguiente competición dije que
no iba, pues si era complicado ir en transporte de Parla a Móstoles, ir a
Coslada era para pensárselo. Yo encantado de no ir claro, pero el gimnasio se
extraño y cuando les expliqué los motivos rápido buscaron a alguien que nos pudiese
llevar y traer, el padre de una compañera del gimnasio creo recordar. Pero el
NO de mi padre siguió siendo rotundo.
Poco a poco fui perdiendo el
interés por este deporte. Hasta que tuve poder de decisión y pedí a mis padres
que me borrasen de Kárate.
Al gimnasio le sorprendió mucho
e intentaron que me quedase por todos los medios, pero como en cualquier deporte, si no cuidas
a tus deportistas te los roban, o los pierdes como en este caso.
Ahora me arrepiento bastante, era cinturón marrón con 12 años, federado y me
quedé muy cerca del examen a cinturón negro.
Siempre que veo las películas
de Kárate Kid me recuerdan mucho a mi infancia, el kárate, las competiciones,
los gimnasios y su idiosincrasia. Aun así es un deporte que puede aportar mucho
al desarrollo físico y mental de un niño. Pues el verdadero sentido del kárate-do
no es enseñar a pegar, yo me quedo con la filosofía del señor Miyagi, dejar que
el Karate-do fluya dentro de ti.