Como en la película
“Profesor Lazhar”, película que recomiendo a todo aquel que trabaje por la
educación, uno siempre desea tener algún o alguna alumna como “Alice”, esa niña
francesa y protagonista de este film. Una alumna con esa sensibilidad que la
hace tan especial, una madurez no acorde a su temprana edad, esa humanidad que
tan bien se personifica en una niña que expresa pura dulzura y sobre
todo, un cariño y devoción hacia la
figura del maestro tan anhelada por
nosotros los docentes.
Hace algún tiempo escribí
una entrada en la cual hablaba de este film y como a lo largo de mi etapa como
docente encuentras alumnos con características similares a la protagonista de
esta película. No deja de ser una película que hasta cierto punto puede
entenderse como ficción en algún aspecto, sobre todo en lo referente a la
personalidad que el director otorga al personaje de“Alice”.
A lo largo de mi etapa
como docente he tenido alumnos y alumnas que en algún momento los he podido
identificar con “Alice”. Nunca pensé que pudiese encontrar algún alumno con
tanta similitud a este personaje, más aun teniendo en cuenta que es una alumna
de 1º de primaria. Una alumna con esa madurez no acorde a una niña de 7 años.
Una niña con una sensibilidad con las mismas características que la “Emperatriz Infantil” el personaje de
la Historia Interminable de Michael Ende. Una alumna que destaca por encima del
resto por su creatividad y nivel académico hasta el punto que he planteado a la
orientadora del centro que le pase alguna prueba por si se tratase de una
alumna con perfil de altas capacidades. Una alumna que dice a sus padres que su
profe es su amigo, que no se plantea ir al colegio el año que viene si su profe
no está para poder enseñarla, poder hablar
con él en los recreos, darle un abrazo todos los días y lo que más le gusta,
para escribirse con él.
Hace tiempo esta alumna
empezó por propia iniciativa suya a escribirme. Como alumna excelente que es,
siempre termina la tarea programada, la tarea de ampliación y le sobra para dedicar un tiempo libre a lo que ella
desee. Puede jugar con la plastilina, leer, utilizar el ordenador de la clase,
hacer un dibujo…
Ella dedica su tiempo
libre a un juego muy particular en el que tengo el placer de ser su cómplice:
Escribe una carta en la
cual se imagina que está en alguna ciudad, me describe donde está y me cuenta
lo que está haciendo allí. Todo ello con una sintaxis expresión y comunicación
no acorde a una niña de su edad. En el momento que me descuido tengo alguna carta
escrita por ella encima de mi mesa sin que yo me de cuenta. Hasta incluso
fabrica un sobre para guardarlas.
El siguiente paso me toca
a mí, en cuanto tengo un hueco, algo que empieza a estar en peligro de
extinción este año y en este centro, le respondo con otra carta en la cual le escribo desde alguna ciudad del planeta contándole algo característico de
ese sitio y le narro en presente lo que me hubiese gustado hacer si tuviese la
suerte de poder estar allí.
Sin que ella se de cuenta
le dejo la carta escondida entre las hojas de alguno de sus cuadernos, o en
algún libro, o escondida en su mochila. En cuanto la lee y ha terminado sus
tareas, me pide utilizar el ordenador de la clase. Sin que ella se de cuenta
observo y veo como se ríe buscando imágenes e información en internet de la ciudad desde
la que le escribo, cotejando todo aquello que le cuento.
Ella me ha escrito desde
Tarragona, Nueva York, Barcelona, Novodari, Pitesti y Paris. Yo le he escrito
desde Florencia, El Cairo, Gijón, San Sebastián, Amberes y Tokio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario