Son las 7:00, maldito despertador
que todos los días nos importunas ese último y tan placentero sueño. Hora de
levantarse, vestirse, desayunar e ir a
despertarla. Siempre enciendo la luz del pasillo para que no le deslumbre tanto
la de su cuarto. Cuando entro en su habitación sólo se ve una bolita de pelo,
su cabecita en la cuna y que poco a poco
comienza a moverse. Levanta su cabecita despeinada y lo primero que dice es: – Etito(Conejito) su inseparable
peluche con el que siempre duerme. A continuación -¿el tete? (el chupete) que
normalmente se encuentra perdido entre las sábanas. Cuando lo ve exclama: –Ahiiii. Le dejo un ratito más el
chupete, sólo lo usa para dormir. Toca cambiar pañal, y acicalarse, mientras
jugamos con conejito, luego toca despedirse de él. Le pongo su chaquetita, su
bufanda y su gorro. Ella chapurrea cada prenda de vestir según se la pongo.
Mama también está lista. Todos
juntos nos vamos al garaje, de camino un cartel de los que indica la salida en
los que aparece la típica figura de un hombre y al que ella siempre lo señala y
le llama “nene”.
Una vez en el coche todos nos
atamos los cinturones. Toca viaje, y puede que caravana. Primero dejamos a mama
en el trabajo luego nos vamos a casa de los abuelos. Otros días es mama la que
se queda con ella en casa de los otros abuelos, mientras yo la despido desde el
coche y veo como me mira a la vez que le digo adiós con la mano.
Cuando llegamos a casa de los
abuelos y nada mas entrar comienza a preguntar por su prima -¿Issiar? ¿Issiar?... Le preparo su
biberón y nada más verlo exclama: -¡El
bibi!.
Me gusta dárselo, mientras aprovecho y doy algún que
otro besito en su cabecita. Al rato llega su prima
preguntado por ella -¿Nanna, Nannan?
Por delante tienen toda una mañana de juegos y enfados, de risas, abrazos y
persecuciones, de quitarse los juguetes la una a la otra, incluso de alguna que
otra travesura como volcar el verdulero de la abuela tirando todas las patatas,
cebollas y ajos al suelo para luego jugar “a guardar”.
Mientras, papa y mama en el
trabajo. Siempre hay algún momento que nos recuerda a ella. Me la imagino dando
un paseo con los abuelos en su carro mientras observa el mundo que le rodea,
señalando a cada paso aquello que le resulta llamativo. Jugando en el salón con
su prima, viendo las dos los cantajuegos o Baby Einstein completamente
embelesadas.
Más tarde se tomará su puré y
de postre su “nannarina”(mandarina)
como ella las llama. Después a dormir la siesta.
Hay veces que llego a tiempo y
puedo recibirla cuando se despierta de la siesta, otras veces cuando llego me
la encuentro en la alfombra jugando con los juguetes. Cuando me ve, siempre
sonríe. Luego vamos a buscar a mama. Cuando llegamos a casa le preparo su merienda y se la doy. Después toca jugar con
papa y con mama, toca disfrutar de ella, disfrutar con nuestra hija, reírnos y
divertirnos en el parque o en casita si hace malo.
Cuando llegan las 19:30
comienzo a prepararle el baño. Casi siempre la baño yo. Lo he hecho desde que
nació, me gusta bañarla, es nuestro momento. Le dejo sus juguetes en la bañera,
el pulpo, la ballena, el patito…
Mientras mama le prepara su
cena, hoy toca pescado. La cena se la da mama, a ella le gusta coger también un
tenedor y pinchar algunos trocitos de pescado y metérselos en la boca mientras
dice ñam ñam ñam, porque ella
es muy mayor y sabe comer solita aunque mama la tenga que ayudar de vez en
cuando. Cuando termina el pescado toca la papilla aunque ella le llame también
“bibi”. Mientras se lo toma comienza aparecer el sueño. Sus ojos se ven
candados y es normal, todo un día lleno de aventuras y juegos agota a
cualquiera.
Antes de dormir pide un cuento
“pepe” es el más demandado. Y es que el cuento del Pollo Pepe mola mucho. Mama
le cuenta el cuento mientras yo las observo a las dos. Luego un “mua” papa otro
“mua” a mama y de nuevo a la cuna con el “tete” y su inseparable conejito. Toca
descansar, dormir y soñar con los angelitos. Mañana más, otra día vendrá con
aventuras por descubrir y tesoros por aguardar. Un día más en su vida.
Y es que, cuando tienes un mal
día no hay nada como recordar la sonrisa de mi hija, tomarla como pincel y
dibujar la mía. Porque cuando ella ríe nace un hada.
Es nuestra vida, nuestra
sonrisa, nuestra alegría…, es nuestra pequeña.
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