sábado, 20 de abril de 2013

Los Cinco Candilines


Recordaba con mi hermana a que jugábamos cuando éramos muy pequeños, recordamos el nombre de un juego, “Los Cinco Candilines” pero no recordamos en que consistía. Ella siempre me buscaba y me decía:
-       Chache, vamos a jugar a “Los Cinco Candilines”
Era nuestro juego secreto, de pequeño acostumbraba a inventarme juegos y palabras de las que hoy en día me sigo acordando, pero no consigo acordarme de este juego, que rabia, me acuerdo de muchísimos detalles y anécdotas cuando éramos muy pequeños pero no recuerdo como se jugaba a “Los Cinco Candilines”

Mi hermana y yo hemos sido la generación que volvió a recuperar la docencia en nuestra familia. 
Podemos estar satisfechos pues en nuestra casa, como en otras muchas, siempre ha costado llegar a fin de mes, eso hace que valores mucho más el esfuerzo y la superación personal. Pues si algo tengo claro es que tanto a mí, como a mi hermana, nadie nos ha regalado nada. Ni tampoco nos hemos labrado un futuro paseando por una tranquila  y cómoda llanura. Hemos tenido que escalar más de alguna montaña.
Que mejor manera de caminar con la cabeza bien alta sabiendo que hoy en día tienes lo que tienes gracias a tu propio esfuerzo.

Con el tiempo ambos hicimos magisterio, primero yo, en Toledo, luego ella, en Madrid. Y tras terminar una carrera ganada con sudor y becas por estudios, decidimos prepararnos juntos la oposición.
Era la primera vez que opositábamos y andábamos bastante perdidos, así que decidimos apuntarnos a una academia.
Por aquel entonces los dos nos habíamos metido en un piso, no nos era factible dejar nuestros trabajos para preparar la oposición. Yo por aquel entonces andaba montando conductos de aire acondicionado y mi hermana trabajando en una fábrica de montajes de telefonía móvil.
Después de trabajar como burros de lunes a viernes, los sábados tocaba madrugar cogernos el coche e irnos a Madrid. En ocasiones pasábamos el sábado entero y teníamos que comer por algún bar de la zona. Fueron 8 meses muy duros y agotadores, lo bueno es que nos teníamos el uno al otro.
En la academia todos nos comparaban, dos hermanos, los dos profesores y encima los dos tendrán que competir por una plaza. Nunca me tome la oposición como una competición con mi hermana, el objetivo era conocer un proceso tan ambiguo y complejo como es este, aprender y coger experiencia para la siguiente. Hoy en día me sobra la experiencia y sigo sin comprender el sistema de acceso, aun así nos preparamos al 100%. 
El examen escrito lo hicimos juntos y los dos salimos con muy buenas sensaciones. La defensa de la Programación fue por separado, a mi hermana le tocó un viernes a última hora y a mí el lunes siguiente a primera hora.
Nunca olvidaré cuando mi hermana llegó ese viernes, nada más entrar por la puerta comenzó a llorar, según ella había sido un desastre, no le había salido  nada bien. No era capaz de articular frases coherentes, sólo esboza palabras sueltas entre lágrimas. La intentamos consolar lo mejor que pudimos.
El lunes  me tocó a mí, salí muy convencido de mi defensa. Yo salí convencido de lo bien que me había salido y mi hermana destrozada pensando que lo había hecho fatal.
Al final los dos aprobamos, mi hermana con un 9,5, yo no pude alcanzarla. Mi hermana consiguió la plaza yo desde entonces interino para los restos. Me quedé a dos décimas de la plaza, un poco de experiencia docente o algún curso me hubieran salvado. Pagué la novatada.

No se si alguna vez le he dicho lo orgulloso que estoy de ella por conseguir lo que yo no he podido alcanzar. Todo el mundo hubiese apostado que sería yo quien sacaría mejor nota, que sacaría la plaza mientras mi hermana se quedaría de interina, la subestimaron.

Yo que soy el mayor, siempre he ejercido de protector, en ocasiones demasiado, no lo puedo evitar, es mi hermana pequeña. El hecho de pensar que ella tendría que sobrevivir en el mundo itinerante que yo sobrevivo…, no podría soportarlo. Yo siempre he sido el fuerte, o por lo menos es el papel que me ha tocado por ser el mayor. Sin ninguna duda yo puedo con todo esto y con mucho más, si la historia hubiese sido al revés, si yo hubiese sacado la plaza aquella vez y mi hermana se quedara de interina y yo tuviera el poder de cambiar las tornas, sin dudarlo, lo habría hecho.
Hoy en día sigo trabajando como interino, aprobé las siguientes oposiciones pero sin la nota suficiente para obtener la plaza, en estas últimas no conseguí pasar el corte, una mala organización en mi supuesto práctico impidió que pasara a la defensa oral, mea culpa. Parece que estoy destinado a seguir así. Cada vez es más difícil ser funcionario de carrera, o más bien nos lo ponen más difícil. Ella tiene su plaza, se ha convertido en una excelente maestra y en una madre responsable y lo que no estoy dispuesto a consentir es que nadie la juzgue diciendo que tuvo mucha suerte, no fue suerte, se lo ganó con su esfuerzo, se lo merece.

Jugábamos juntos de pequeño, crecimos juntos, opositamos juntos y hemos sido padres juntos. Ojalá mi hija y su hija jueguen el día mañana juntas  con la misma pasión que teníamos el uno por el otro, jugando a juegos como “Los cinco Candilines”.
Lo mejor de todo, mejor que tener una plaza fija, mejor que haber sacado más nota en aquellas oposiciones, lo mejor,            


saber que la tengo a mi lado.


“En las buenas y en las malas siempre serás mi pequeña hermana pero también la persona con el corazón más grande que existe”