miércoles, 8 de abril de 2015

Tengo una carta

Como en la película “Profesor Lazhar”, película que recomiendo a todo aquel que trabaje por la educación, uno siempre desea tener algún o alguna alumna como “Alice”, esa niña francesa y protagonista de este film. Una alumna con esa sensibilidad que la hace tan especial, una madurez no acorde a su temprana edad, esa humanidad que tan bien se personifica en una niña que expresa pura dulzura y sobre todo,  un cariño y devoción hacia la figura del maestro  tan anhelada por nosotros los docentes.

Hace algún tiempo escribí una entrada en la cual hablaba de este film y como a lo largo de mi etapa como docente encuentras alumnos con características similares a la protagonista de esta película. No deja de ser una película que hasta cierto punto puede entenderse como ficción en algún aspecto, sobre todo en lo referente a la personalidad que el director otorga al personaje de“Alice”.
A lo largo de mi etapa como docente he tenido alumnos y alumnas que en algún momento los he podido identificar con “Alice”. Nunca pensé que pudiese encontrar algún alumno con tanta similitud a este personaje, más aun teniendo en cuenta que es una alumna de 1º de primaria. Una alumna con esa madurez no acorde a una niña de 7 años. Una niña con una sensibilidad con las mismas características  que la “Emperatriz Infantil” el personaje de la Historia Interminable de Michael Ende. Una alumna que destaca por encima del resto por su creatividad y nivel académico hasta el punto que he planteado a la orientadora del centro que le pase alguna prueba por si se tratase de una alumna con perfil de altas capacidades. Una alumna que dice a sus padres que su profe es su amigo, que no se plantea ir al colegio el año que viene si su profe no está para poder enseñarla,  poder hablar con él en los recreos, darle un abrazo todos los días y lo que más le gusta, para escribirse con él.
Hace tiempo esta alumna empezó por propia iniciativa suya a escribirme. Como alumna excelente que es, siempre termina la tarea programada,  la tarea de ampliación  y le sobra para dedicar un tiempo libre a lo que ella desee. Puede jugar con la plastilina, leer, utilizar el ordenador de la clase, hacer un dibujo…
Ella dedica su tiempo libre a un juego muy particular en el que tengo el placer de ser su cómplice:

Escribe una carta en la cual se imagina que está en alguna ciudad, me describe donde está y me cuenta lo que está haciendo allí. Todo ello con una sintaxis expresión y comunicación no acorde a una niña de su edad. En el momento que me descuido tengo alguna carta escrita por ella encima de mi mesa sin que yo me de cuenta. Hasta incluso fabrica un sobre para guardarlas.
El siguiente paso me toca a mí, en cuanto tengo un hueco, algo que empieza a estar en peligro de extinción este año y en este centro, le respondo con otra carta en la cual le escribo desde alguna ciudad del planeta contándole algo característico de ese sitio y le narro en presente lo que me hubiese gustado hacer si tuviese la suerte de poder estar allí.
Sin que ella se de cuenta le dejo la carta escondida entre las hojas de alguno de sus cuadernos, o en algún libro, o escondida en su mochila. En cuanto la lee y ha terminado sus tareas, me pide utilizar el ordenador de la clase. Sin que ella se de cuenta observo y veo como se ríe buscando  imágenes  e información en internet de la ciudad desde la que le escribo, cotejando todo aquello que le cuento.

Ella me ha escrito desde Tarragona, Nueva York, Barcelona, Novodari, Pitesti y Paris. Yo le he escrito desde Florencia, El Cairo, Gijón, San Sebastián, Amberes y Tokio.

No se cual será la siguiente ciudad desde la que me escriba pero estoy seguro que como siempre será capaz de volver a sorprenderme.